Los
antiguos pueblos de Mesoamérica –los nahuas y los mayas, entre otros–
compartieron concepciones de la realidad que han quedado registradas en
forma de historias y narraciones, también llamadas mitos.
¿Por
qué los mitos? Todos los pueblos del mundo han concebido explicaciones
que dan cuenta del origen del universo, la vida y los seres humanos, las
cuales han dado forma a una importante tradición mitológica que aún en
la actualidad sigue siendo estudiada, en la búsqueda de claves que
expliquen la cultura que la originó o bien aporten un sentido a la vida
misma.
El
ser humano, desde la antigüedad, ha tenido la necesidad de conocerse,
de buscar su origen y su historia, y de pensar un destino.
Los
mitos de los pueblos antiguos son muy parecidos, pues comparten un
entendimiento básico de la realidad y una noción de los orígenes y el
recorrido que ha realizado la humanidad para llegar al momento en que
esos relatos fueron concebidos. Cada mito es matizado por las
particularidades del grupo, el lugar, el tiempo y el contexto cultural
en que se origina.
Mitos
que hoy en día son sustituidos por otros que indican las pautas
actuales de comportamiento, donde los héroes y los guerreros de antaño,
son ahora los hombres de negocios y los artistas; donde las historias
modernas de la creación, son un reflejo de la reverencia por la ciencia.
La
vigencia de los mitos ancestrales, sin embargo, es particular, están
infundidos de valores universales que trascienden las barreras del
tiempo. Por ello, los mitos han servido a la humanidad como directrices,
y a partir de ellos se han generado los valores colectivos que han
permitido la convivencia y el progreso, privilegiando siempre, aunque a
veces a marchas forzadas y en aparente retroceso, el desarrollo y la
evolución.
El
acervo filosófico de los antiguos mesoamericanos resguarda contenidos y
valores que son profundos, y subyacen en una variedad de temas que van
desde los filosóficos y teológicos, a las artes y las ciencias, la
administración y la política, la familia y la educación.
De
entre todos los mitos, aquellos que se refieren a la Creación jugaron
un papel central en la religión y la política dentro de las antiguas
sociedades mayas.
Su
recreación constante, tal como se representa en el arte y el ritual,
dio lugar a la solidez que permitió su permanencia durante decenas de
siglos y a lo largo de un amplio territorio.
Mircea
Eliade, experto en mitos y religiones, señala que los mitos de Creación
y los rituales asociados revisten una importancia particular
pues:“Aquel que recita o actúa el mito de origen, ingresa de esa manera a
la atmósfera creativa y sagrada en donde esos eventos milagrosos
tuvieron lugar. El origen mítico es un tiempo de mucha fuerza puesto
que se transfiguró por la presencia creadora y activa de los seres
sobrenaturales. Al recitar los himnos, se recrea ese tiempo fantástico y
se hace contemporáneo a los eventos que se describen, y se entra en la
presencia misma de los dioses y los héroes.”(Mircea Eliade 1976)
Los
mitos revelan conceptos filosóficos y aun eventos históricos del pasado
remoto, pero interpretarlos de manera literal conduce a, o resulta de,
alguna forma de fundamentalismo o fanatismo.
Se
sabe que el origen del planeta se remonta a varios miles de millones de
años, no a los pocos miles de años que narran las cosmogonías de todas
las culturas.
En
los mitos mesoamericanos, pueden variar los números de las eras y los
cataclismos que trajeron el fin de cada una de ellas, mas las enseñanzas
subyacentes son las mismas, filosóficamente siempre vigentes.
En
los mitos de casi todos los pueblos, después de que la creación del
mundo se lleva a cabo y finalmente aparecen los primeros seres, capaces
de conocer, amar y actuar a voluntad, se encuentran los relatos de las
múltiples vicisitudes que atraviesan, generación tras generación, donde
los hechos históricos se entrelazan con acontecimientos mitológicos,
hasta lograr explicar las razones que los llevaron a asentarse en sus
territorios y mantener complejos sistemas de relaciones con las
deidades, los ancestros, el entorno natural y los demás humanos.
Son
estos mitos sobre los que se fundamenta todo quehacer humano, los que
mantienen a la comunidad cohesionada y dan legitimidad al poder de los
sacerdotes y los gobernantes.
En
los relatos míticos comunes a todos los pueblos, se menciona lo que
bien podría ser indicativo de algunos acontecimientos que datan de
tiempos muy remotos: la presencia de seres que poseen un mayor
conocimiento, que adiestran a los nativos en diversas áreas, desde la
agricultura hasta el arte y la moral.
El
gran experto en mitología, Joseph Campbell, llamó a estas figuras
“héroes civilizadores”,personificaciones no sólo de conocimiento, sino
seres que parecen tener un origen sobrenatural, con lo que se refuerza
la noción de superioridad, de divinidad.
En
Mesoamérica, la máxima representación de este héroe cultural es sin
duda Quetzalcoatl, que en la zona maya también portó el mismo nombre
figurativo K´uk´ulk´an, o sea, “Serpiente Emplumada”, que en sentido
abstracto, representa a un ser que como ave, conoce las cosas del cielo,
y como serpiente, las de la Tierra.
Se
dice que a él se debe la filosofía y la moral, la agricultura, la
metalurgia, el teñido de hilo, además de ser el modelo de
sacerdote-gobernante, por lo que con el tiempo, se conoció tanto como
una deidad, como personaje histórico y como un título que designaba una
alta investidura, tal como se detalla en los muchos manuscritos antiguos
en los que se le menciona, y que recoge de manera impecable Henry B.
Nicholson en su tesis doctoral Topiltzin Quetzalcoatl.
Los
mitos y la vida ritual son elementos indispensables de una vida
espiritual. Dice Joseph Campbell que el vivir en constante consciencia
de los principios espirituales, era la finalidad prioritaria en las
sociedades tempranas. Los mitos, señala, ponen al individuo en contacto
con la esencia de su tipología arquetípica espiritual, y la repetición
cotidiana del ritual lo mantiene en la frecuencia adecuada. Revitalizar
mediante las ceremonias el espacio sagrado, le proporciona un sentido de
ubicación sublime, de pertenencia extendido; se ve a sí mismo,
ejerciendo auto-conciencia, dentro de un mundo infinito y abundantemente
poblado cuya realidad última es espiritual, y la Tierra, un lugar
sagrado.
A través de los mitos se santifican los lugares. Donde quiera que se esté, se mantiene la relación con el orden cósmico.
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